El siguiente texto es una traducción al español del discurso pronunciado en el evento virtual del Programa de Economía Global y Desarrollo de la Institución Brookings, el día 17 de octubre de 2024. La versión original en inglés se puede consultar aquí. Este texto también esta disponible en portugués aquí.
Gracias. Me gustaría empezar agradeciendo a Brookings - Brahima y Amar - por acogernos - y a Vera por acompañarnos.
Hoy quiero hablarles de la financiación de la lucha contra el cambio climático: dónde estamos, hacia dónde vamos y dónde tenemos que estar.
Y los cambios que hay que hacer y las medidas a tomar para que la financiación llegue a todos los sectores, de todas las economías.
Empecemos preguntándonos: ¿dónde estamos ahora en materia de financiación climática?
En la última década hemos visto avances reales.
El año pasado se invirtieron más de un billón de dólares en acción climática en todo el mundo. Cuando hace una década solo se invertían unos cientos de miles de millones.
Según la OCDE, en 2022, los países desarrollados aportaron y movilizaron más de 100 mil millones de dólares en financiación climática para los países en desarrollo.
Hemos llegado hasta aquí porque los precursores y los gobiernos previsores -que tenían los medios- aprovecharon el momento. Vieron la oportunidad y no la dejaron pasar.
Pero en relación con lo que necesitamos, no es ni de lejos suficiente.
Este año hemos visto cientos de miles de millones de dólares de daños en países ricos y pobres.
Muchos aquí en los Estados Unidos han sufrido los devastadores daños de los huracanes Milton y Helene. Mi isla natal, Carriacou, sufrió el impacto directo del huracán Beryl hace sólo unos meses.
E incluso aquellos que han evitado los daños directos se han visto duramente afectados por la inflación al bloquearse y romperse las cadenas de suministro.
Sencillamente, no podemos permitirnos un mundo en el que hay quienes tienen energía limpia y quienes no. En una transición global a dos velocidades, tarde o temprano todos saldrán perdiendo.
Porque sólo podremos evitar que la crisis climática diezme todas las economías -incluidas las más grandes- si todas las naciones disponen de los medios necesarios para reducir drásticamente la contaminación por gases de efecto invernadero y aumentar la resiliencia al cambio climático.
Por tanto, sabemos que se necesitan más billones.
Hacerlo es una inversión crucial para proteger la economía mundial, y supondrá una fracción de los costes que pagarán todas las naciones si permitimos que la crisis climática siga desbocada, devastando más vidas y medios de subsistencia cada día, cada semana, cada mes y cada año.
Entonces, ¿cómo podemos dar el siguiente paso para garantizar una transición en la que se beneficien más países y empresas, y en la que se proteja genuinamente a todos los pueblos y comunidades?
La financiación internacional de la lucha contra el cambio climático debe crecer, dar un paso adelante y aumentar su escala para hacer frente a este momento.
El lunes comienzan las Reuniones Anuales del Banco Mundial. Son, una vez más, una gran oportunidad para generar el cambio.
Porque los Bancos Multilaterales de Desarrollo estarán en el centro de esta transición. Esta misma semana, el Banco Mundial ha anunciado más préstamos en condiciones favorables para hacer frente al cambio climático. Y el FMI está estudiando formas de incorporar la acción y los riesgos climáticos en todas sus actividades.
Son buenas noticias. Pero los incrementos graduales no conducirán a un aumento exponencial de la inversión y el crecimiento ecológico. En cuanto a la financiación climática, necesitamos rapidez, y sin una escala de mayor magnitud, todas las economías fracasarán.
Muchos países se enfrentan a crisis de deuda que equivalen a camisas de fuerza fiscales, lo que hace casi imposible invertir en acción climática.
En las Reuniones Anuales, debemos ver nuevas señales de que el Banco Mundial y el FMI se comprometen a garantizar que los países en desarrollo dispongan de fondos y espacio fiscal para la acción y la inversión climáticas, y no de deudas devastadoras y costes de capital por las nubes.
El alivio de la deuda y la introducción de cláusulas de deuda más relacionadas con el clima son un buen comienzo. También lo es reabastecer la Asociación Internacional de Fomento del Banco Mundial.
Y no depende sólo de los bancos de desarrollo. Los países del G20 son sus mayores accionistas, deben financiarlos adecuadamente y exigirles más, incluidas reformas más amplias de la arquitectura financiera internacional, al tiempo que trabajan para encontrar nuevas e innovadoras fuentes de financiación
Bajo el liderazgo de Brasil en el G20, los ministros de clima y finanzas, finalmente, se han reunido. Esta colaboración esencial debe continuar y traducirse en resultados claros.
Los avances en la financiación de la lucha contra el cambio climático fuera de nuestro proceso de negociación también permiten avances dentro de él y viceversa. Si fracasamos en cualquiera de los dos, podría ser un golpe demoledor para partes cruciales del Acuerdo de París.
Por ello, es fundamental que las Reuniones Anuales arrojen resultados ambiciosos que permitan la adopción de medidas climáticas más audaces que impulsen las economías y fortalezcan a las sociedades en todo el mundo.
En la COP29 de Bakú, todos los gobiernos deben acordar un nuevo objetivo para la financiación internacional de la lucha contra el cambio climático que responda verdaderamente a las necesidades de los países en desarrollo.
La COP29 debe ser la COP de levantarse y cumplir, reconociendo que la financiación climática es fundamental para salvar la economía mundial y miles de millones de vidas y medios de subsistencia de los impactos climáticos galopantes.
No me corresponde a mí hacer un prejuicio de cómo será el nuevo objetivo. Pero está claro que la financiación pública debe estar en el centro.
La mayor parte posible de esta financiación debe ser en forma de subvenciones o en condiciones favorables, y debe hacerse más accesible a quienes más la necesitan.
Y debemos hacer que los recursos destinados a la lucha contra el cambio climático cuenten, apalancando siempre que sea posible más financiación privada y enviando señales a los mercados financieros de que el verde es donde están las ganancias.
La cuestión vital de quién paga y cuánto, puede acordarse en Bakú, pero no vamos a ir allí a renegociar el Acuerdo de París.
También es importante que pongamos en marcha mecanismos para hacer un seguimiento y garantizar que se entregan los fondos prometidos.
De igual forma, hay que seguir trabajando para aumentar rápidamente la financiación para la adaptación y conseguir que los mercados internacionales de carbono funcionen para todos.
Debemos financiar una nueva generación de planes climáticos nacionales. Para proteger los avances logrados en la COP28 y convertir las promesas del Consenso de los EAU -triplicar las energías renovables, duplicar la eficiencia energética, impulsar la adaptación y abandonar los combustibles fósiles- en resultados económicos reales.
Y debemos conseguir que el Fondo de Pérdidas y Daños funcione plenamente, distribuyendo los recursos entre quienes más lo necesitan.
Este es un momento de profunda fractura entre las naciones y dentro de ellas. En tiempos como estos, existe la tentación de volverse hacia uno mismo. La falsa ilusión de que lo que ocurre en el patio trasero de mi vecino no es mi problema o no me concierne.
Si seguimos por este camino, pronto será el fin de la lucha mundial contra el cambio climático. Así que elijamos el camino que cambie el juego: el que reconoce que una mayor y mejor financiación para la acción climática beneficia a todos los países y puede dar resultados en todas partes.
Elijamos el camino que se centra en las soluciones y en garantizar que los enormes beneficios de una acción climática más audaz, mayor crecimiento, más empleo, más salud, energía limpia segura y asequible, estén al alcance de todas las naciones.
Ese es el único camino para que todas las naciones sobrevivan y prosperen.
Espero con interés nuestra conversación.
Gracias