La descarbonización no puede esperar
5 Noviembre 2022
Declaración externa
Andrea Meza, Executive Secretary of UNCCD
Credit: United Nations Convention to Combat Desertification (UNCCD)

Andrea Meza, Secretaria Ejecutiva Adjunta de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD)

El cambio climático está causando estragos en nuestro planeta. Los efectos que deja tras de sí, como sequías, inundaciones, olas de calor y otros fenómenos climáticos extremos, ya están causando un sufrimiento incalculable a personas, especies y ecosistemas. El origen de esta calamidad no es otro que nuestra peligrosa adicción a los combustibles fósiles. Los impactos futuros prometen ser mucho peores.

La descarbonización es una forma de encontrar alternativas para vivir y trabajar y que, a su vez, reduzcan las emisiones y capturen y almacenen el carbono en nuestro suelo y vegetación. Requiere un cambio radical de nuestro actual modelo económico, centrado en el crecimiento a toda costa. Debemos transformar la forma en que se genera la energía y las diferentes fuentes de energía que utilizamos, cómo construimos y nos desplazamos, y cómo se gestionan los recursos del suelo. Tanto si quemamos combustibles fósiles directamente como si compramos productos con alto contenido en carbono, debemos reducir drásticamente nuestro consumo o cambiar a tecnologías de bajas emisiones y alternativas renovables.

La agricultura y el sector del uso de la tierra son responsables de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero, la mayor parte de las cuales se atribuyen a la producción ganadera (metano), los fertilizantes químicos (óxido nitroso) y la destrucción de los ecosistemas naturales (dióxido de carbono). Los bosques tropicales se están destruyendo a un ritmo alarmante para cultivar soja para la alimentación animal, así como para crear pastos para el ganado. Estos cambios en la cubierta vegetal son responsables del 14 % de las emisiones de carbono y del 5 % de las de metano. La deforestación representa casi 9 000 millones de toneladas de dióxido de carbono que entran en la atmósfera cada año.

Al mismo tiempo, los ecosistemas terrestres podrían aportar entre el 20 y el 30 % de la mitigación necesaria para garantizar que el calentamiento del planeta se mantenga por debajo de 1,5 grados centígrados de aquí a 2050. Si se gestiona de forma sostenible, la tierra puede aportar una potente solución de mitigación del clima. Pero para ello será necesario replantear urgentemente la forma en que abordamos la agricultura y otras actividades de uso de la tierra.

 

Soil decarbonization UNCCD
Credit: Deepak Kumar (Unsplash)
Mujeres plantan arroz en Tamil Nadu, India.

La COP26 de Glasgow situó la agenda de la naturaleza en el centro de las negociaciones sobre el clima. Se pusieron en marcha varias iniciativas y compromisos para promover un cambio de sistema que reconozca el valor de la naturaleza y el importante papel que desempeñan unos océanos y una tierra sanos para alcanzar el objetivo de los 1,5 grados centígrados, garantizar la seguridad hídrica y alimentaria y generar resiliencia. El Compromiso de los Líderes por la Naturaleza, la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas, el Pacto Forestal de Glasgow, entre otros, han impulsado acciones de comunidades, ciudades, países, ciudadanos, empresas y filántropos para proteger y restaurar ecosistemas vitales a nivel mundial. Pero todavía estamos muy lejos de donde deberíamos estar.

Los sistemas alimentarios deben rediseñarse y redistribuirse para garantizar resultados positivos para la naturaleza y el clima. Una transición hacia dietas locales basadas en plantas, siempre que sea conveniente, sería un primer paso lógico, ya que casi el 80 % de la tierra agrícola total se dedica a la producción de piensos y ganado, si bien proporciona menos del 20 % de las calorías alimentarias del mundo.        

Cada año se pagan más de 700 000 millones de dólares en subvenciones agrícolas, pero sólo alrededor del 15 % de esta cantidad tiene un impacto positivo en el capital natural, la biodiversidad, la estabilidad laboral a largo plazo y los medios de vida. La reutilización de las subvenciones agrícolas animará a los agricultores industriales a gran escala a adoptar prácticas de producción de alimentos más sostenibles y respetuosas con el clima.


La agricultura regenerativa mejora el almacenamiento de carbono en el suelo y protege la biodiversidad. Muchos agricultores a pequeña escala ya han adoptado métodos agrícolas sostenibles centrados en la salud del suelo. Por ejemplo, la agricultura de conservación o sin labranza aumenta la biomasa y el carbono orgánico del suelo, así como la disponibilidad de nutrientes y agua, mediante prácticas agronómicas y de conservación de recursos. Estas prácticas protegen la estructura del suelo, conservan la humedad, suprimen las malas hierbas y las plagas y pueden crear nuevos sumideros de carbono a largo plazo. Todos podemos poner de nuestra parte adoptando dietas respetuosas con el clima, apoyando a los agricultores ecológicos locales que cuidan de nuestros preciados suelos y exigiendo productos libres de deforestación.

La descarbonización no puede esperar. Estamos peligrosamente cerca de cruzar puntos de inflexión irreversibles. En la COP27 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en Egipto, y en la Conferencia sobre Diversidad Biológica de la ONU (COP15), en Montreal, debemos aprovechar la oportunidad de cambiar la trayectoria que llevamos en el cambio climático y en la pérdida de biodiversidad. 

Sí, la descarbonización implica un cambio transformacional y requerirá inversiones masivas en ciencia, tecnologías e infraestructuras verdes y azules, restauración de tierras y suelos, energías renovables y edificios sostenibles, pero el retorno de la inversión se recuperará muchas veces en beneficios socioeconómicos, empleos y bienestar. Y sólo puede ser eficaz si se apoya en cambios de comportamiento, nuevas políticas y marcos normativos, la ecologización de los flujos financieros, la cooperación internacional y la colaboración radical.