En un año de tres COPs, las y los líderes deben alinear esfuerzos para la salud del planeta
23 Septiembre 2024
Opinion
With three COPs taking place in one year, 2024 is a year of great opportunity for planetary health.
Credit: Getty Images/iStockphoto

Artículo de opinión de Simon Stiell, Secretario Ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Astrid Schomaker, Secretaria Ejecutiva del Convenio de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (CDB), e Ibrahim Thiaw, Subsecretario General de las Naciones Unidas y Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD). Este artículo de opinión se publicó originalmente el 23 de septiembre de 2024 en el sitio web del Foro Económico Mundial, que está colaborando con las tres presidencias entrantes de las COPs para impulsar las negociaciones internacionales y la colaboración en las agendas interrelacionadas de las tres Conferencias. 

  • La conservación de la biodiversidad, la acción por el clima y la restauración de tierras son objetivos interconectados y clave para garantizar alimentos y agua para miles de millones de personas.
  • Reconocer la interdependencia de estas cuestiones y abordarlas de forma conjunta es la mejor manera de lograr un impacto duradero.
  • Este 2024, la celebración de tres COPs en un mismo año ofrece una oportunidad única de alinear esfuerzos en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica, la Convención de Lucha contra la Desertificación y la Convención sobre Cambio Climático.

La población mundial va camino de alcanzar los 10.000 millones de habitantes en 2050, mientras los sistemas planetarios que sustentan la vida en la Tierra están llegando a sus límites y, con ellos, nuestra capacidad para asegurar el suministro de alimentos y agua, evitar desplazamientos a gran escala y prevenir crisis económicas y conflictos.

Las pruebas son claras. Hasta el 40% de las tierras del mundo están degradadas, perdiendo su capacidad de sustentar la vida, los cultivos y los ecosistemas naturales, luchando por mantener el ciclo del agua; y actuar como la segunda mayor reserva de carbono del planeta después del océano. La última década fue la más calurosa jamás registrada. Se calcula que tres de cada cuatro personas en el mundo se verán afectadas por la sequía de aquí a 2050. Los polinizadores, de los que depende un tercio de los cultivos del mundo, están desapareciendo a un ritmo alarmante.

Los riesgos existenciales a los que se enfrenta la humanidad pueden, y deben, abordarse de forma conjunta, reconociendo que el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo son expresiones diferentes de una crisis planetaria; una crisis enraizada en los retos de la pobreza, por un lado, y en el consumo excesivo, incluida la explotación insostenible de la naturaleza, por otro.

2024: Un año de COPs

Este año, las cumbres de la ONU sobre Biodiversidad, Cambio Climático y Tierras se celebrarán en rápida sucesión entre octubre y diciembre en Colombia, Azerbaiyán y Arabia Saudí, respectivamente. Las tres transmitirán la urgencia, y la oportunidad, de aumentar la ambición, las inversiones y la acción coordinada para proteger nuestro planeta y responder a la creciente demanda de alimentos, agua y recursos.

La forma actual de hacer las cosas no funciona. Estas cuestiones, simplemente, no pueden tratarse de forma aislada. El cambio climático no se limita a las emisiones de carbono. La degradación de la tierra no es sólo una cuestión de suelos. La pérdida de biodiversidad no se limita a las especies amenazadas. Estos problemas forman parte de un rompecabezas mucho más amplio y complejo. Y si queremos resolverlo, tenemos que trabajar juntos, romper los compartimentos estancos y gestionar estos problemas de forma integrada.

Las secretarías de los tres tratados mundiales que surgieron de la Cumbre de la Tierra de Río en 1992 —el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD)— colaboran de forma regular. Por ejemplo, intercambiando conocimientos sobre cuestiones que se solapan, como la resiliencia a la sequía y la seguridad alimentaria; coordinando los esfuerzos de los científicos que trabajan en informes clave; facilitando la participación significativa de los Pueblos Indígenas y de las comunidades locales, y aunando fuerzas para apoyar a los negociadores gubernamentales de los tres convenios.

La restauración de ecosistemas, los sistemas agroalimentarios y las energías renovables presentan oportunidades vitales para avanzar en las tres Convenciones de Río y hacer que las sociedades y las economías sean más resilientes.

Por ejemplo, la restauración de bosques degradados puede recuperar la biodiversidad (incluidos los polinizadores), al tiempo que mejora la fertilidad del suelo, favorece la producción de agua limpia, permite el almacenamiento de carbono y protege a las comunidades de sequías e inundaciones devastadoras. Un despliegue bien planificado de energías renovables es crucial para preservar la vegetación autóctona, y es beneficioso para la biodiversidad, el clima y los medios de subsistencia.

Los sistemas alimentarios como oportunidad

Los sistemas agroalimentarios son el principal motor de la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el consumo de agua, y son responsables de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Todos los años, operaciones industriales deforestan enormes extensiones de tierra para satisfacer la creciente demanda de productos básicos por parte de los mercados internacionales.

En otras palabras, las formas en que producimos alimentos hoy están socavando nuestra capacidad de alimentar a la humanidad mañana, así como de resolver los retos medioambientales más acuciantes del planeta.

Transformar los sistemas alimentarios mediante la gestión sostenible de las tierras y el agua, la agricultura regenerativa y una bioeconomía moderna es otra forma de alcanzar múltiples objetivos a la vez. Por ejemplo, el riego por goteo puede ahorrar hasta el 50% del agua utilizada en la agricultura, mientras que prácticas como la agrosilvicultura mejoran la salud del suelo, aportando beneficios en términos de biodiversidad y de seguridad alimentaria e hídrica. Pensando en el futuro, también debemos adoptar cultivos que requieran menos agua y, por lo tanto, sean más resilientes a la sequía.

Coherencia política y de financiación

Aprovechar la convergencia entre las convenciones de Río requiere con urgencia de coherencia política y de financiación a nivel nacional y subnacional, empezando por la ordenación territorial y del espacio marítimo, así como la asignación de presupuestos e incentivos. Con demasiada frecuencia, la falta de coordinación conduce a políticas y a señales de mercado contradictorias que anulan el progreso en materia ambiental y de desarrollo sostenible.

Los billones que se destinan a subvenciones insostenibles para los combustibles fósiles, la agricultura y la pesca deben redirigirse para apoyar la acción climática y los sistemas naturales. Y deben hacerlo con premura si realmente queremos que el planeta sustente una creciente población humana a medio y largo plazo.

Además, los principales bancos de desarrollo del mundo deben tener en cuenta las sinergias y relaciones costo-beneficio entre biodiversidad, tierras y clima, apoyando iniciativas que promuevan múltiples objetivos. A día de hoy, es poco probable que un proyecto que mejore las prácticas agrícolas y la salud del suelo acceda a financiación destinada a ‘biodiversidad’ o a ‘acción climática’, aunque contribuya directamente a ambas.

3 COP en un año: Una oportunidad para la ambición y la acción

Se están realizando progresos, lo que demuestra que es posible hacer las paces con la naturaleza para el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Sin embargo, no hay tiempo para la autocomplacencia.

De aquí a 2030, debemos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 43% respecto a los niveles de 2019 para limitar el calentamiento global a 1,5 C por encima de los niveles preindustriales, impulsando, de manera paralela, la resiliencia climática. En el mismo periodo, debemos conservar el 30% de las tierras, aguas y mares, así como restaurar 1.500 millones de hectáreas de tierras degradadas.

2024 debe ser el año en que aumentemos la ambición y la acción y nos comprometamos a ello en los planes nacionales. Urge avanzar en los diversos frentes al mismo tiempo, en todas partes, y para todo el mundo; se lo debemos a las personas y se lo debemos a la naturaleza.